domingo, 29 de agosto de 2010

Tricornio y Chapiri

En un magnífico artículo publicado en estas páginas de LA RAZÓN, Luis E. Togores nos informa de la obsesión del ministerio de Defensa por eliminar de la uniformidad legionaria el chapiri, el clásico gorrillo del Tercio. Significaría una estupidez más. La modernidad, eso tan discutible en instituciones honradas por la tradición. También quisieron fulminar los socialistas el tricornio de la Guardia Civil. Cuando se apercibieron de que la Guardia Civil era la misma con o sin tricornio, abandonaron la estúpida idea. Días atrás lo demostraron de nuevo. Dos héroes más, caídos en la lejanía, en una guerra que el Gobierno no quiere reconocer. Le llegan los cuerpos sin vida de los valientes y ellos siguen en su buenismo de ONG. Los «marines» americanos conservan el uniforme de gala desde su fundación. De ser los responsables de la Guardia Real inglesa Chacón, Méndez y compañía, ya habrían, en beneficio de la modernidad, intentado cambiar los morriones de los guardias reales por cómodas gorras modelo ciclista. Más cómodo y moderno. Y los «beefeater’s» vestirían de no se sabe qué, para pasear con más holgura y modernidad por los vericuetos de la Torre de Londres.

El chapiri es una seña de identidad de los legionarios. Lo que molesta a estos bobalicones horteras no es el chapiri, sino la Legión. Y todo lo que ayude a rebajar la histórica y heroica personalidad de los legionarios sirve para culminar sus planes. Repárese en la uniformidad de la única creación militar de Zapatero, la UME. Su uniformidad es más hortera que un Quijote de ámbar sobre base de lapislázuli. Si hay que cambiar, mejor hacerlo en la UME, que apenas cuenta con cinco años de existencia, que en la Legión, con noventa años a sus espaldas de patriotismo, sufrimiento, sacrificio, lealtad, dolor, heroicidad y muerte. Todo por España, y eso es lo malo.

Además, el chapiri es airoso, chulo y macho. Lo lleva una legionaria y también resulta macho sin que la portadora pierda un gramo de feminidad. La Real Academia Española ignora su voz. Si se mantiene sobre las cabezas de los legionarios cuando sea editada la vigésima tercera edición de su Diccionario, sería justo y conveniente que incluyeran esta palabra centenaria. No es seguro, porque moviéndose Juan Luis Cebrián por ahí, tiene más posibilidades de instalarse en el cuerpo de nuestro idioma «clítoris» que chapiri. Cosas de los sabios.
En los Ejércitos, las tradiciones se respetan con celo y orgullo. La Dirección General de Innovaciones Horteras del Ministerio de Defensa –quizá, la más activa de todas–, ignora que la modernidad en las Fuerzas Armadas se ciñe exclusivamente a la calidad del armamento y el material. No es moderno eliminar el chapiri, sino contar con carros de combate cuyo blindaje soporte una bomba terrorista y tenga capacidad de reacción inmediata y precisa. Pero la obsesión no es otra que oscurecer la personalidad del Tercio, como lo fue, hasta que fracasó, la de robarle los símbolos a la Guardia Civil.

En mi caso, van a pinchar. En 1992 tuve la honra de ser nombrado «Legionario de Honor» en Monte Jaque, en plena serranía de Ronda. Mi compadre en aquella ocasión fue el gran escritor y poeta Manuel Alcántara. Nos entregaron un diploma y un chapiri. Me sienta de dulce y lo guardo como oro en paño. Y como «legionario de honor» no hay ministra ni Constantino que se atreva a quitarme mi chapiri. Y si no se atreven conmigo, que soy tan poquita cosa, menos se atreverán en los legionarios que día tras día, sin darse importancia, demuestran estar dispuestos a morir por España y los españoles. Con su chapiri, claro.

viernes, 27 de agosto de 2010

¡Legionarios a luchar! ¡Legionarios a morir!, por Luis E.TOGORES


Hace noventa años que el entonces ministro de la Guerra don José Villaba, a propuesta del entonces comandante Millán Astray, fundó una unidad militar llamada Tercio de Extranjeros, un nombre que cambio pocos años después por el de Legión Española.

La Legión fue creada para combatir en la durísima guerra colonial de Marruecos y evitar la sangría de reclutas españoles que se veían obligados a luchar y morir para defender los intereses que entonces tenía España en su protectorado del norte de África. Desde entonces los legionarios han combatido en ocho guerras, perdiendo la vida en defensa de los intereses de los españoles muchos miles de legionarios, obedeciendo las órdenes de políticos de diversas ideologías y condición.

Cuando Millán Astray organizó a las primeras banderas (batallones) de legionarios, era plenamente consciente del enorme sacrificio que iba a pedir a sus soldados. Marruecos era uno de los escenarios bélicos más duros y sangrientos en los que habían combatido los españoles de todos los tiempos. El fundador sabía que el instinto de conservación del ser humano pone delante de cualquier otra cosa el preservar la propia vida y que, por tanto, era necesario crear un conjunto de valores morales y patrióticos, apoyados en la disciplina, el entrenamiento y en una mística –la mística legionaria– que llevase a sus legionarios a combatir y morir en cumplimiento de su deber. Toda esa conjunción de valores que creó Millán Astray se resume en el tradicional e incomprendido grito legionario de «¡Viva la Muerte!». Cuando le preguntaron por este grito desgarrado que lanzaban sus hombres en combate respondió: «No somos locos ni suicidas. Usted cree que no nos duelen las heridas. Que no tenemos miedo a la muerte. Claro que sí. Lo que pasa es que no nos importa sufrirlas y dar la vida por la Patria».

Esta mística legionaria, que tan buenos y probados resultados ha dado, se compone de una serie de ritos, canciones, uniformes, férrea disciplina y gran camaradería, que han permitido crear el estilo propios y exclusivo de nuestros legionarios. Un espíritu único y sin igual, y al mismo tiempo semejante al de otras grandes unidades militares de todo el mundo.

Los marines norteamericanos, al grito de «semper fidelis», guardan celosamente sus tradiciones, valores y una uniformidad intacta desde hace décadas. A todos nos merecen respeto y admiración, pues Hollywood se ha encargado de que conozcamos estas cualidades gracias a películas como «El sargento de hierro» o «La chaqueta metálica». Lo mismo ocurre con otros soldados. La Legión Extranjera celebra todos los años, con su lento paso de desfiles y cantando «Le Boudin», el aniversario de Camerone. Honor, espíritu de sacrificio y tradición son las bases de las más prestigiosas unidades militares de todos los tiempos.

Las virtudes militares de la Legión Española se cifran entre otras cosas en su credo, en su peculiar y característica forma de desfilar, en su cantos –¿quién no conoce «El novio de la muerte?»– , en sus banderas y símbolos que nos recuerdan a nuestros Tercios de Flandes y, cómo no, en su uniforme.

El uniforme legionario fue diseñado por el propio Millán Astray. Ha cambiado a lo largo del tiempo pero siempre ha conservado el espíritu y las señas características que dan continuidad e inmortalidad a toda tropa. Junto al verde legionario, característico de los miembros del Tercio, destaca como símbolo singular y distintivo el clásico gorrillo legionario, el chapiri. Este único y en cierta forma anacrónico gorrillo simboliza más que ninguna otra prenda el espíritu e historia de la Legión Española. El chapiri es a la Legión lo que el tricornio a la Guardia Civil.

Todos los ejércitos tienen uniformes característicos que son pruebas visibles de su historia y de su valor. Todos conocemos los de nuestra Infantería Española, de nuestros paracaidistas o de la Guardia Real con su vestimenta de hace más de cien años, con un nada práctico ros como prenda de cabeza. Igual ocurre con los marines norteamericanos, con la Guardia Suiza del Papa, con el regimiento de la Guardia que presta servicio a la puertas de Buckingham, o con los mercenarios nepalíes, los gurjas, que sirven como mercenarios a su graciosa majestad vistiendo su tradicional uniforme verde. ¡Quién no ha quedado admirado alguna vez por la marcialidad de un regimiento escocés desfilando al ritmo de sus gaitas y tambores!

Nuestra ministra de Defensa ha decidido, en lo que ella cree que es una prerrogativa de su cargo, eliminar el chapiri como antes hizo con las patillas y otra larga serie de ritos legionarios. El ser ministro de España supone una responsabilidad enorme. Es administrar, en su caso, las Fuerzas Armadas españolas para un mejor servicio de España y de todos los españoles. Pero esto no quiere decir que pueda hacer de mangas capirote con todo lo que a usted le venga en gana. En este caso con la historia, la tradición y el deseo de miles y miles de legionarios de ayer, de hoy y de mañana que desean que la Legión siga siendo como es. Y junto a ellos estamos miles españoles que admiramos las gestas de nuestra Legión.

Cuando las cosas están jodidas, señora ministra, usted no tiene el más mínimo rubor en gritar: «¡A mí la Legión!» Ustedes, los políticos, los pueden enviar a luchar en guerras donde no se nos ha perdido nada –Balcanes, Irak o Afganistán– pero sepa usted que ese grito que tan poco le gusta –¡Viva la muerte!–, sus cantos legionarios, su disciplina, sus códigos de honor, su entrenamiento y su uniformidad componen un todo que se llama estilo legionario y que son la base de su eficacia y de su disciplina. Esta conjunción de valores que usted quiere ahora una vez más socavar, consciente o inconscientemente, eliminando el chapiri, es importante. Quiero pensar que usted no lo entiende, pero esas pequeñas cosas contribuyen a que nuestros soldados vayan a morir con la alegría del verdadero soldado al otro lado del mundo. Su espíritu y disciplina es uno de los motivos de que obedezcan sin rechistar las órdenes de políticos que no saben nada de milicia y que, por lo general, dejan sus cargos cuando empiezan a enterarse un poco de lo que va la fiesta. Muchos ciudadanos echamos de menos aquellos gobiernos en que la cartera de Guerra era desempeñada por un soldado como el ministro Villalba.

Señora ministra, nuestros ejércitos son una de la instituciones más valoradas por los españoles, pero no se confunda, usted no forma parte de las Fuerzas Armadas. Es sólo una interina. Preocúpese más del armamento de nuestros soldados, de sus condiciones morales y de vida y deje de socavar la institución. Ya hubo alguien que quiso quitar el tricornio para al final descubrir las enormes virtudes de la Guardia Civil. ¿Quiere usted suprimir el chapiri para así proceder a la revitalización de la Legión?


Luis E. Togores.
Historiador. Autor de la biografía del fundador de la Legión «Millán Astray, legionario»

jueves, 26 de agosto de 2010

Adiós al chapiri legionario


El gobierno ha decidido suprimir el chapiri legionario, es decir, el famoso gorro con borla que veis sobre estas líneas y que es toda una seña de identidad de la Legión. No es la primera medida dirigida a eliminar los elementos distintivos de la que sin duda es la mejor unidad de combate de nuestro Ejército de Tierra. El año pasado, se ordenó eliminar de la indumentaria legionaria tanto las barbas y las patillas como la camisa abierta. Además, en 2007 el gobierno ya desmanteló la 5ª Bandera (como se denominan los batallones legionarios) del Tercio “Duque de Alba”, con base en Ceuta, y en 2009 hizo lo mismo con la 2ª Bandera del Tercio “Gran Capitán”, con base en Melilla. Unas medidas que dejan nuestras ciudades africanas más desprotegidas que nunca ante cualquier posible amenaza procedente de Marruecos.

Por lo visto, el chapiri legionario será sustituido por una boina granate, un color sin relación alguna con la indumentaria y distintivos de la Legión, aunque bien pueden agradecer los soldados de esa unidad que a la señora ministra, doña Carme Chacón, no le haya dado por imponerles una boina de color fuxia. Desde luego, la boina es una prenda militar cada vez más usada, muy práctica y barata y que se adapta mejor a las necesidades operativas en el campo de batalla que el tradicional chapiri. El caso es que los legionarios para el campo de batalla ya disponen de unos chambergos -en el caso de la Legión, adornados con el emblema de esta unidad- y de cascos Marte 04-ST-98, cuando se requiere ese tipo de protección. En lo que a necesidades operativas respecta, lo de la boina granate está de más.

¿Tenemos una Ministra de Defensa o una esteticién?

Así pues, la supresión del chapiri sólo puede explicarse por la obsesión de este gobierno con los símbolos. Para los progres de pacotilla que nos gobiernan, el chapiri legionario será algo así como una prenda reaccionaria que debe ser borrada del mapa y, si nos descuidamos, incluso de los libros de historia y los museos militares. El caso es que el chapiri también se usó en el bando rojo en la Guerra Civil, y su vigencia se ha mantenido en la Legión tanto en el régimen monárquico de Alfonso XIII, como en la Segunda República, en el franquismo y en las más de tres décadas que llevamos del actual reinado de Juan Carlos I.

Teniendo en cuenta esto, el gobierno haría bien en dejar en paz las tradiciones militares españolas y centrar su tiempo y sus esfuerzos en dotar a nuestras Fuerzas Armadas de los medios necesarios para desempeñar sus misiones. Lo que necesita España son soldados bien preparados y equipados para hacer su trabajo, lleven o no barba y patillas, lleven más o menos botones abiertos en su camisa o lleven un chapiri en la cabeza. Da la sensación de que al frente de Defensa no está una Ministra, sino una esteticién, cuya principal preocupación es maquillar, peinar y vestir a nuestra tropa como si en vez de Fuerzas Armadas tuviese bajo su responsabilidad una casa de muñecas. A este paso, ¿prohibirá cantar “El novio de la muerte” por considerarla una canción sexista? ¿O tal vez cambiará el famoso lema de la Legión -”legionarios a luchar, legionarios a morir”- por algo más progre como “legionarios a dialogar, legionarios a huir”?

La Legión pierde su gorra con borla. El Ministerio de Defensa va a sustituir el tradicional ‘chapiri’ de los Tercios por una boina granate

Primero fueron las patillas, las barbas y el pecho al descubierto. Lo siguiente será el ‘chapiri’, el tradicional gorro con borla que caracteriza la indumentaria de la Legión española. El Ministerio de Defensa tiene previsto sustituirlo por boinas de color granate y la orden comienza a llegar a los regimientos. Se va a empezar en las misiones internacionales.
Se trata de un nuevo capítulo de la política de “de adaptación y mejora” del Cuerpo de la Legión, tal y como lo definió el año pasado el Teniente general Virgilio Sañudo, jefe de la Fuerza Terrestre. El Ministerio de Defensa y el Estado Mayor del Ejército de Tierra van a sustituir el ‘chapiri’ legionario por boinas de color granate, “similares a las que llevan los cadetes de la Academia General Militar”.

Según confirman a El Confidencial Digital mandos de esta unidad militar, esta decisión se circunscribe en primera instancia a las misiones internacionales en las que participe la Legión, como Afganistán o Líbano. La nueva indumentaria entrará en vigor a partir de 2011, tal y como confirman estas fuentes.

La segunda parte del plan, que aún está en fase de debate, contempla la desaparición del ‘chapiri’ de toda la Legión. “Primero habrá que comprobar cómo reaccionan los legionarios, ya que el chapiri es una seña de identidad y tradición y puede causar mucho malestar”, concluyen fuentes militares conocedoras de este proyecto. Pero la intención del Ministerio de Defensa es ir adaptando la estética de este cuerpo a los nuevos tiempos.

Hace menos de un año, El Confidencial Digital publicaba en exclusiva la nueva ordenanza sobre aspecto físico impuesta a los legionarios, que ponía coto a las barbas frondosas, las patillas largas y las camisas abiertas dejando ver el pecho, características propias de estas unidades. La normativa levantó un gran revuelo, e incluso hubo quien se negó a acatarla y fue necesario aplicar herramientas informáticas para que se le permitiese renovar su carnet militar.

El chapiri, la prenda legionaria por excelencia, está inspirado en los antiguos gorros de cuartel usados por las tropas de Isabel II. Su implantación en la Legión hay que atribuirla a su fundador, Millans Astray, quien definió al chapiri como el gorro “clásico y castizo, que tiene un especial atractivo, es gracioso, airoso y muy marcial. Es, desde luego, infinitamente más estético que los botones circulares: Es el que caracteriza a los Legionarios”.

EL FESTIVAL AÉREO INTERNACIONAL “MÁLAGA 2016” CELEBRA SU SEGUNDA EDICIÓN

miércoles, 25 de agosto de 2010

martes, 24 de agosto de 2010

sábado, 7 de agosto de 2010

LA LEGIÓN QUE VIVE EN MI (Armando Robles)


En Málaga, lo natural señores. Es Jueves Santo y La Legión recobra el protagonismo de todos los años. Decenas de miles de malagueños se arraciman en el puerto desde primera hora para contemplar el espectacular desembarco de los legionarios procedentes de Melilla. Es Jueves Santo y La Legión es vitoreada durante su tradicional pasacalles a marcha rápida, desde el puerto hasta la Casa Hermandad del Cristo de la Buena Muerte, que ellos procesionan. Verlos redoblar su paso por las nuevas y viejas calles de mi ciudad es posiblemente el espectáculo castrense más vistoso de cuantos puedan existir. Es Jueves Santo en Málaga. Es el día de los legionarios. Es un buen día para abrir cauce al recuerdo.

Al aire fresco y hermoso de Málaga, la llegada de los legionarios vuelve a ser como una reconsagración del viejo espíritu español, fiel hasta el tuétano, antes de que las modas postconciliares lo adulteraran todo. La Legión me transforma. Me impele a ello mi segundo apellido. De ahí que me habrán de perdonar este desahogo partidista.

Pasan los años, se envilece todo, y La Legión nos sigue mudando de barrio durante unas horas. Si quisiéramos aprender de ellos, de los que por ser legionarios de raza no dejarán nunca de ser personas cabales y españoles decentes, su ejemplo serviría para reorientar nuestras pobres vidas, en muchos casos egoístas y vacías, hacia fórmulas morales que pudieran resumirse en el elogio de la lealtad y el compañerismo como linimentos para la musculatura social española. También nos podrían proyectar su luz sobre los adecuados lugares, en ellos comúnes, a los que sería aconsejable enviar a muchos de nuestros jóvenes, o sobre la conveniencia de hacer del compañerismo y la recta disciplina una saludable forma de vida. Todo ello es tanto más de agradecer teniendo en cuenta que la ministra de Defensa es la ilustre dama que ustedes ya conocen.

Tenía veintipocos años cuando el periódico para el que trabajaba en Málaga me envió al frente de su delegación en Melilla. Fue llegar y reencontrarme con la ciudad que volvía a dar luz a mi olvidada infancia. Al poco de estar allí, algunos políticos nacionalistas canarios alentaron una campaña incendiaria contra la presencia legionaria en aquellas islas. Aquellos legionarios no eran cipayos, ni tenían alma de parias en su propia patria. Asi que puse las páginas de aquel influyente periódico a disposición de aquellos soldados que estaban siendo ofendidos e injuriados por un puñado de canallas al amparo de un sistema que deja sin consecuencias los peores actos. Los resultados aún hoy sobrecogen mi ánimo. Cientos de familias melillenses (les aseguro que el dato no es exagerado), ofrecieron sus casas al comandante general, creo que Gautier Larrainzar, para alojar en ellas a los legionarios 'apestados' de Canarias. "Aquí sí les queremos", rezaba el titular a cinco columnas de la portada que daba vida al histórico ofrecimiento. Fue una comunión sincera y conmovedora entre el pueblo y La Legión. El coronel Casaña, jefe del Tercio Gran Capitán, viejo y entrañable amigo de mi familia, se creyó en el deber de hacerme los honores con una placa que conservo como mi pertenencia menos canjeable.

"Usted es peligrosísimo", me soltó con un tono tierno. "Cree en lo que dice y dice lo que cree".

-Si usted lo dice, mi coronel.

Ocurre que La Legión es como el amor. Nunca acaba, jamás se destruye, siempre deja rescoldo para encender el viejo fuego, de modo que si sopla el viento se puede producir el gran incendio.

Pero a lo que íbamos. La Legión ha estado en Málaga para trasladar a hombros al Cristo de la Buena Muerte, en una combinación de marcialidad y magia teatral absolutamente incomparable.

Melancólica la cara del Cristo de Mena, verde oliva el traslado, se lo paga el pueblo en lágrimas de chirimiri, tenaces, constantes, profundas. Algunos viejos parecen arrebatarse como si le volviese al cuerpo maltrecho aquella gloriosa juventud legionaria en Sidi Ifni, mientras el tenaz estribillo suena más fuerte que nunca por las calles de Málaga: "La estreché con lazo fuerte y su amor fue mi bandera". La muerte hay que esperarla así, con esa inmaculada serenidad, con esa especie de acogimiento del rito legionario que aparece en el último párrafo, serenamente escrito, uniendo el cuerpo inerte de Cristo crucificado al protocolo de La Legión que para todo lo tiene, y más para la muerte, su más leal compañera.

Tanto es así que cuando el ex jefe del Estado supo que se moría el general Millán Astray, teniente coronel fundador del Tercio, que a él le eligiera como lugarteniente y jefe de la Primera Bandera, abandonó El Pardo y se fue a la casa de su compañero. Ante la puerta del cuarto de Millán, tomó del brazo al ayundate del corajudo mutilado y le encomendó:

-Entra y dile al teniente coronel que desea verle el comandante de la Primera Bandera.

Esta suprema elegancia ante la muerte es señal de fe, de corazón entero, de hombre cabal. Las calles de Málaga lo perciben. No hay resonancia del pasado en ellas. Sólo emoción de ver acompañado al Cristo de Mena por los novios de la muerte procedentes del cuartel de Cabrerizas, cerca de los bellísimos pinares de Rostrogordo. Verlos balancearse de lado a lado, con cadencia musical, junto a su Cristo, me reconcilia con el presente. Lo siento, pero estas cosas me ponen. Me motiva La Legión, me aburre la mayoría de civíles que conozco. No habría nada más monótono, bostezante y lacerante que el manual de vida de un representante de la sociedad civíl comparado con el ideal de vida de un legionario, depositario de valores y principios que en nuestros randas de la patria serían motivo de alergia. La disciplina legionaria, el vigor de sus tradiciones, estimula la circulación de la sangre, vigoriza el pensamiento y alegra los humores, hasta en plena Pasión de Jesús.

Veo incluso a políticos de la izquierda laica enganchados a esa multitud que, con certero instinto, vitorea a La Legión y prorrumpe en continuados "vivas a España". Lo que esos políticos hayan perdido de peso con la vida sana, sobria, ascética de estas horas, lo recobrarán seguramente cuando vuelvan el lunes a sus enjuagues maniobreros y a sus corruptelas.

Todo empezó hoy, en la mañana del Jueves Santo, la mañana del desembarco. Mi mente viajó a 1.921, poco después de la aniquilación del ejército español en Annual, perdidas las posiciones que defendían nuestras plazas en África, con el traidor Abdelkrim poniendo cerco a la ciudad de Melilla, rebosante de niños, mujeres, ancianos y heridos de guerra. No había hombres para defenderla. Al fin, en la amanecida del 24 de julio llegan dos banderas legionarias al puerto de Melilla. Millán Astray está al frente. Saluda de este modo al pueblo aterrorizado: "¡Melillenses!: Os saludamos, es La Legión que viene a salvaros, no temáis, nuestras vidas os lo garantizan..."!

Desembarcan los legionarios desfilando con paso alegre, firme y rápido, entonando "La Madelón" y "Los Voluntarios" al son de cornetas y tambores, haciendo demostraciones de armas, arrancando de la población vivas y aplausos. Entre ellos ya despuntaba la figura de un joven comandante de origen ferrolano llamado Francisco Franco. Entre las que vitoreaban a los salvadores legionarios estaba mi abuela Francisca. Acababa de perder a sus dos hermanos en Annual, cuyos restos descansan hoy en el panteón de los héroes del cementerio melillense, el espacio geográfico español con más valientes por metro cuadrado. Aquellos legionarios la salvaron de una muerte segura y sabe Dios de cuántas afrentas más.

En recuerdo de aquella jornada, Melilla dedicó una estatua al comandante Franco, que aún hoy se conserva en la entrada del puerto, junto a las murallas de la imponente Acrópolis. Los consejeros del PSOE y los del partido moruno de Mustafá Abercham, tanto monta, se obstinan en que la estatua desaparezca. Espero que Juan José Imbroda, presidente de la Ciudad Autónoma, conserve la dignidad que el recuerdo de aquellos legionarios merece.

Toda mi vida, por lo tanto, se siente fielmente ligada a los hombres que hoy han tomado las calles de Málaga. Gracias a ellos abracé la fe española al conjuro de la voz de mi madre, a la que permanezco fiel, de que nada había más grande que nacer siendo español. De la niñez endulzada con recuerdos legionarios (los muros del acuartelamiento Valenzuela nos servían de improvisadas porterías) a esta insólita madurez que me ha tocado vivir en la España de Zapatero, donde hay veces que hasta La Legión me parece irreconocible. Por fortuna no el Jueves Santo. Así que me siento ante el ordenador y me pongo a teclear, lejos de los ecos que restallan aún en calle Larios. Y hago lo único que se puede hacer, mostrar nuestro corazón de acero en este trago lejos, tan lejos, del sonido envolvente de mis legionarios.

Siempre nos quedará Málaga para recordarlo.

http://www.alertadigital.com/content/view/102070/284/

miércoles, 4 de agosto de 2010

RUEDA PRENSA CONCIERTO ALHAURIN.mpg

PARTE II RUEDA PRENSA CONCIERTO ALHAURIN.mpg