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Esta vez no iba a ser una Semana Santa al uso. Algo diferente se cocía a espaldas de un valiente Legionario que había recibido un tiro en Afganistán y que milagrosamente estaba vivo para poder contarlo, poder ver nacer a su hijo, y seguir sirviendo con fervor a su Patria.
Todos lo sabíamos menos Iván. Tras el desembarco, (este año me lo he perdido por estar desde primera hora en Mena), la plaza se iba llenando de público, de amigos y conocidos. De familias enteras con niños pequeños y adolescentes, de sillas de minusválidos, de personas mayores y jóvenes de todas partes de España. Mucho extranjero sabedor de lo que la Legión trae con su presencia en las calles de Málaga, y como no, los cofrades del Cristo de Mena.
Las personalidades se hacían esperar y la gente se preguntaba por el retraso en empezar los actos. Gracias a Dios el cielo no amenazaba lluvia y las nubes impedían que el sol fuese abrasador…
A esos hombres a los que no asustan las balas ni los obuses, a los mismos que patrullan por la Ruta Lithum pertrechados hasta las cejas bajo un sol abrasador o sobre la nieve blanca y a 15 grados bajo cero, a esos mismos, que hoy estaban en la antesala de la capilla del cristo, les sudaban las manos y se les perdía la mirada por el mero hecho de portar a su Cristo. Solo tenían que levantarlo con sus rudas manos y colocárselo sobre el hombro, hacer izquierda y derecha y con paso lento salir de la capilla y atravesar el umbral del acceso a la Iglesia, alzarlo con sus brazos para intentar tocar con su cuerpo el mismísimo cielo y salir a la plaza para pasearlo, rendirle honores y entronizarlo ante la mirada de la "familia legionaria".
El Primero reclama su atención y les explica que es un honor que pocos tienen y que todo ha de salir como está previsto, como siempre, perfecto, sin pestañeos ni titubeos… Y comienza el movimiento. Se crea el silencio que solo se rompe por los acordes del “Novio de la Muerte”, todos cantan, nadie baja la mirada, todos buscan encontrar en el mismo cielo la respuesta a tanto fervor y devoción, y al ver salir a las Escuadras de Gastadores a la plaza el respetable allí presente rompe en un estruendoso aplauso… El lío ya está formado.
La comitiva evoluciona por la plaza ante las miradas de cientos de personas, cámaras y teléfonos móviles en alto. Una vez acabada la evolución y la música se anuncia por megafonía, ante la sorpresa del C.Legionario Iván castro Canovaca que la Cofradía de Mena y en su nombre su Hermano Mayor le van a imponer al Legionario herido en Afganistán la Medalla de Honor de la Cofradía del Cristo de Mena. Los padres, sabedores de la sorpresa, se emocionan, su mujer no puede contener las Lágrimas y su hermano mayor y amigos no caben en su cuerpo de lo orgullosos que se sienten de Iván.
Antonio Jesús González Ramírez, el Hermano Mayor, y el General Jefe de la BRILEG, Don Juan Jesús Leza Benito salen de la tribuna y formación respectivamente para imponer la medalla a Iván, y este que avanza en línea recta hacia mi con la mirada perdida, con semblante serio, erguido y con la cabeza bien alta, pasa por delante de su General y del Hermano Mayor, los rebasa y sigue con paso firme cruzando la plaza ante la mirada atónita de propios y extraños…
Antes de llegar a mi altura hace derecha, camina diez o doce pasos más hasta colocarse a los pies de su Cristo, vuelve a hacer derecha, se cuadra con un taconazo como el que solo sabe dar un Legionario, saluda en primer tiempo llevando su mano derecha a su gorrillo legionario y baja la cabeza en muestra de un profundo respeto y devoción… Lo vi con mis propios ojos, pero no pude captarlo con mi cámara. La situación de entrega del Legionario me desbordó como nunca.
Estas son las cosas que te confirman que los Legionarios están hechos de otra pasta. A Iván no le importaba la multitud, ni sus jefes, (con todo el respeto), ni Antonio Banderas ni los Medios de Comunicación. Lo único que tenia en su mente desde el día que abrazó a su mujer en el Gómez Ulla era poder darle las gracias a su protector, al igual que a lo largo de la intensa Historia de la Legión Españolalo han hecho cientos de Legionarios…
Iván quiere volver a Afganistán para terminar de cumplir su misión. Se lo pide el cuerpo, se lo pide el alma. Cada día que pasa en España echa de menos estar con los suyos. Yo le entiendo, su Jefe de la VIIIª Bandera le entiende y sus compañeros sueñan con volver a verle y patrullar juntos… Ellos son así, lo llevan dentro. Y como me dijo“Xema” un Gastador de la Xª Bandera antes de partir para Afganistán, yo también le digo: “Buena Muerte”